Mientras haya memoria, el tiempo se puede detener. Básicamente esta es la tesis de este corto documental, la posibilidad de detener el tiempo, de retener los recuerdos, el arte de transmitir el tiempo, la conservación de este legado como un tesoro.
Con la ayuda de un equipo de viejos, que mantienen activa la memoria, nos encomendamos al ejercicio de viajar, de movernos en el mismo lugar, la posibilidad de ser dos seres al mismo tiempo, uno que vivió donde ahora vive otro, el mismo cuerpo, en el mismo lugar. Como es posible retroceder 50 años en cuestión de segundos, sin moverse del lugar, a la vez que es posible avanzar dentro un tranvía, que conserva los mismos 50 años recorridos por sus pasajeros. Dos hechos de sobrevivientes, de volcar el legado de la historia, la coherencia que significa una herencia compartida. Vinculada en una red de hechos, momentos, lugares, y viajes que coexisten en armonía.
Recordar obligadamente, ayuda a interpelar la historia, revisar el camino recorrido, analizar como se construye el presente, día a día. Como los relatos de los sobrevivientes, transcienden lo que va quedando en el camino, revive lo que debería estar muerto. Es dificil no cuestionarse por que existe la sensación de que antes era mejor, de antes el tiempo pasaba distinto, el ritmo de la ciudad se marcaba de otra forma, el standard de vida tenia mas de calidad que de cantidad.
Como un juego de azar, se ofrece un viejo boleto en tranvía, la oportunidad de revivir la historia, parte de este juego es espiar y develar que haría cada uno con un pasaje a la profundidad de la memoria. Forzando a los actores a recordarse a si mismos, con menos años, con otros sueños, con incertidumbres que solo el tiempo podía resolver. Como dice el saber popular, «el tiempo acomoda todo», que pasaría si unos tiene la posibilidad de analizar como se acomodaron las cosas en ese tiempo, en cada instante. El boleto a un viaje interno, nocturno, profundo.
Tan importante como la historia misma, lo es la transmisión oral, el traspaso de uno a otro de historias, el ejercicio de contar lo ocurrido, como testigo de otros presentes que se vuelven pasado tan velozmente. Algo que pareciera tan lejano como el ultimo tranvía que transito Buenos Aires, no lo es, y los testigos de ese momento, de esa época están entre nosotros, con ganas de recordarlo, de contarnos ese instante.
Con la música del gran Sebastian Zanetto, la producción la chanchi de América Paola Mormandi la gráfica de Nicolas Sierra y dirección de Gonzalo Sierra, la gran interpretación de Quillén Cuarteto de Cuerdas, el excelente diseño de sonido de maestro Cristian Gonzalez Larssen. Nos transportó a todos lados Julieta Oriol.
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